«Jugar es la forma más elevada de investigación». – Albert Einstein
Jugar es el motor de los niños y es, sin duda, una necesidad del ser humano. También podríamos decir que es la herramienta de aprendizaje más poderosa que existe y forma parte de la naturaleza de los niños. Es la manera que tienen los niños de explorar el mundo que les rodea, conocerlo y comprenderlo.
Desde el primer año de vida, el ser humano tiene la capacidad de interactuar y responder a diferentes estímulos y sensaciones. Se comienzan a crear esos lazos afectivos y, poco a poco, irán construyendo esas bases emocionales que todos tenemos en nuestra vida adulta.
A partir del primer año el juego empieza a tomar más sentido para ellos, su capacidad de comunicación aumenta y ponen una intensión a cada actividad que realizan.
¿Por qué es tan importante?
El juego les ayuda a desarrollar diferentes capacidades:
- Cognitivas: a través de los juegos perfeccionan el lenguaje y aumenta su desarrollo intelectual.
- Motrices: saltar, correr, jugar a la pelota o, con otros recursos educativos, consiguen desarrollar habilidades de motricidad fina y gruesa.
- Emocionales: a través del juego los niños exteriorizan su personalidad, es decir, se muestran cómo son, lo que nos permite ayudarles a gestionar su mundo interior.
- Sociales: cuando juegan con otros niños adquieren habilidades sociales, aprenden a compartir, colaborar y a saber respetar a los demás.
- Creativas: esto les ayuda a expresarse por sí mismos, a desarrollar su pensamiento abstracto y, también, será fundamental a la hora de resolver conflictos y problemas que puedan surgir con los demás a lo largo de toda su vida.
- Sensoriales: sentir. Recibir información del exterior a través de los órganos sensoriales.
Jugar no es un lujo, ¡es una necesidad! El juego es un derecho que tiene todo niño y una oportunidad que tenemos los adultos de pasar un buen rato y aprender de esa capacidad que tienen los niños de disfrutar y admirar las cosas simples.
Es una capacidad que con el tiempo, algunas veces, vamos perdiendo. Porque se nos olvida jugar, se nos olvidan esas sensaciones. Jugando con los niños y, conectando con su mundo, conectamos con nosotros mismos.
Por Clara Priede (diciembre 2019)